viernes, 7 de mayo de 2010

Análisis Fronterizos

Televisión, mediaciones y audiencias de frontera: espacios
Interculturales para la integración
por: Jenny Bustamante Newball. Universidad de Los Andes (Venezuela)

Desde los reflejos de las adyacencias del río Táchira, ese hilo de agua cada vez más exiguo entre el
Homónimo estado de Venezuela y el Departamento Norte de Santander de Colombia pareciera estar siempre en puertas del conflicto de dos de los tricolores bolivarianos que comparten una línea divisoria común superior a dos mil kilómetros.
“¿Hermanos? Sí, hermanos sí somos”, y además “veneramos la paz”, se declara sostenidamente en el
Tiempo desde la diplomacia de micrófonos, matizando los reclamos, los llamados de atención, la solicitud de explicaciones y las amenazas verde-oliva que se movilizan o instalan para marcar el territorio, los límites, las ¿fronteras?
Y nos preguntamos inicialmente por el término “fronteras” a propósito del objetivo del presente artículo:
Analizar cómo las audiencias de esa zona fronteriza interactúan con declaraciones de ese tipo, entre otras informaciones periodísticas sobre Venezuela y Colombia transmitidas por canales de televisión
Transnacional.
Nos preguntamos también por el término “fronteras” puesto en una balanza comercial cercana a los siete mil millones de dólares, más allá de los números, que tiene tras de sí la fuerza de antecedentes históricos sobre la integración entre Colombia y Venezuela. De manera muy bien documentada, por ejemplo, la excelente obra de Muñoz (1985) recrea un estado Táchira decimonono donde el mayor número de extranjeros era de origen colombiano, a lo que se suman los matrimonios entre tachirenses y santandereanos; los maestros, periodistas y profesionales colombianos sobresalientes en actividades culturales, educativas y científicas en los principales pueblos del Táchira; las contribuciones de los peones del Departamento Norte de Santander en las más importantes plantaciones del mencionado estado fronterizo venezolano; el contrabando ilícito de los campesinos tachirenses de sus productos al vender sus cosechas en Cúcuta, capital del departamento norte santandereano, y comprar allí mercancía importada para llevar a sus familias y sacar doble provecho del viaje; y la fuga de reclutas en el Táchira y su asilo temporal en Colombia para evitar el servicio militar, entre otros pintorescos episodios.
Tan antiguos como esos registros históricos sobre integración han sido los acuerdos en desacuerdo, que emergen de la lógica espasmódica y conveniente que justifica la ambición de nuestro vecino, quien, analizado desde ese plano, es tan hermano como enemigo, o la ambición nuestra, vista desde allá. Esa dialéctica se resiste a hundirse como una boya en el mar que, siguiendo el principio físico de Arquímedes, aunque se presione con fuerza lo único que podemos lograr es la tardanza en su retorno a la superficie.
Sin embargo, repetimos, nos repetimos, les repetimos y nos repiten: somos hermanos y queremos la paz.
Somos hijos del mismo Libertador que nació aquí y murió allá, o viceversa. Y quizá debemos dejar claro que con viceversa nos referimos al aquí que también es allá. Sobre ello, valdría la pena recordar que, en los prolegómenos de su muerte, Simón Bolívar escribió una carta fechada en Santa Marta, donde clama por la unión y, en congruencia con el espacio geopolítico de la época, se dirige a los colombianos, sin distinción nacionalista entre quienes serían los “colombo-venezolanos” y los “colombianos propiamente dichos”.
Pero mientras ese clamor bolivariano por la unión es incluido en los capítulos de los libros que desde el sistema educativo venezolano forman a nuestros jóvenes en historia, cuando a estos mismos jóvenes les corresponde estudiar la geografía de Venezuela la hermandad binacional queda en entredicho en los siempre presentes capítulos sobre diferendos limítrofes, esos acuerdos en permanente desacuerdo producto de las ambiciones del vecino, que son ellos pero que también somos nosotros.
Al respecto, nos parece muy elocuente una extensa nota al pie de página que incluye Polo Acuña (2005) al referirse a algunos trabajos sobre las áreas terrestres, marinas y submarinas en disputa, entendiendo en ese caso por frontera la tradicional concepción de línea divisoria entre dos países con miras a su defensa y soberanía. Polo Acuña elaboró una lista que incluye varios títulos sobre el tema, dos de los cuales ilustran lo que estamos intentando esbozar: el primero, Las verdades que se pretenden ocultar sobre los límites del mar, Golfo y Guajira venezolanos; y el segundo título, especialmente pintoresco, El Golfo de Venezuela. Análisis histórico-crítico de tres tesis para que Colombia no posea áreas marinas ni submarinas en la costa guajira entre Castilletes y Punta Espada (Brady y Sureda Delgado, respectivamente, en Polo Acuña, 2005: vi-vii).

Recientemente, mientras la madrugada se destintaba, el moderador de un programa televisivo de noticias leía el titular: “Colombia debe asumir responsabilidad en conflicto interno”, atribuida al Canciller venezolano a propósito de la nota de condolencia emitida por el gobierno colombiano luego del fatal vuelo de un helicóptero militar por un área del estado fronterizo tachirense. La declaración era el eslabón de una cadena de informaciones que circularon en los días previos que daba cuenta de una solicitud que el presidente Uribe le hacía al presidente Chávez y la respuesta de este último. Esta cadena de informaciones es una muestra de la tensa calma que caracteriza nuestra hermandad e integración, ambas bajo la hipótesis permanente del conflicto. Ese es el tipo de información que vemos y escuchamos frecuentemente a través de la televisión que hoy, en su faceta transnacional, no es una sino muchas gracias al modelo multitemático (Cebrián Herreros, 2001, 2004) que nos permite recibir a través de los sistemas satelital y de cable señales provenientes de diversas partes del mundo y, en consecuencia, visiones, tendencias, intereses, tratamientos y representaciones desde distintos orígenes, paralelamente generadores y productos de imaginarios.
Sobre los imaginarios desde lo cotidiano, Guitán (2001: 91) apunta que no se puede evitar acudir a la experiencia vivida y entramar y diluir el juego entre pensar e imaginar. En sus propias palabras: “Los sujetos sociales recurren al banco de imágenes posibles en el horizonte mental de su época para construir su paisaje urbano, es decir, recurren a sus imaginarios habitables en la cotidianidad colectiva para construir representaciones […]”. A partir de esta idea de Guitán, nos planteamos el ejercicio de trasladar la perspectiva de reflexión por ella propuesta con respecto a lo urbano, hacia el escenario de la zona fronteriza entre el estado Táchira (Venezuela) y el Departamento Norte de Santander (Colombia), y nos encaminamos hacia la investigación de las lecturas de la diplomacia de micrófonos desde esa zona. Así, nos preguntamos: ¿qué ocurre en el tránsito, entendido como mediación, desde el banco de imágenes posibles para construir y deconstruir un discurso diplomático o televisivo sobre integración, pasando por las representaciones de las zonas fronterizas construidas desde la televisión de aquí y de allá, y culminando en los recorridos, las prácticas culturales y los saberes de los sujetos sociales, es decir, de ellos que somos nosotros, que pertenecen a esa zona?
La búsqueda de lecturas desde ese tránsito nos llevó a indagar acerca de las principales mediaciones que intervienen en la interacción de las audiencias televisivas, cuyas historias de vida transcurren en esa zona fronteriza. Para explorar el tema de nuestro interés efectuamos un estudio de campo, diseñado sobre la base de la organización de grupos de discusión compuestos por muestras intencionales de informantes de ambos géneros, residentes en la zona fronteriza señalada, específicamente en Rubio y San Antonio del Táchira. Para el estudio de los procesos de recepción televisiva de los programas informativos tomamos como referente teórico principal el modelo de las múltiples mediaciones de Guillermo Orozco Gómez (1996).
Desde la complejidad simbólica que implica ese tránsito de nuestro interés, nos ubicamos también desde la interculturalidad. Y nos percatamos de ello al reflexionar sobre la redundancia que Miquel Rodrigo Alsina (2000) observa cuando afirma: “[…] hablar de relación intercultural es una redundancia, quizás necesaria, porque la interculturalidad implica, por definición, interacción”.
Si las mediaciones (Orozco Gómez), al igual que la interculturalidad (Rodrigo Alsina), implican interacción para, en el primer caso, apropiarse, rechazar, negociar o resemantizar el significado dominante del mensaje televisivo y, en el segundo, negociar para evitar la confrontación, moderar o rehuir el etnocentrismo y establecer una relación cultural horizontal con la integración como una de sus variables, sospechamos entonces del texto televisivo como espacio para la búsqueda en la zona fronteriza mencionada de una integración simbólica, coadyuvante o coexistente con la integración cotidiana. En ese contexto es aplicable el sentido amplio del término interculturalidad según Mato (2007), quien advierte que más allá del reconocimiento y el respeto mutuo entre grupos humanos culturalmente diversos debe incluirse bajo ese “[…] concepto todo tipo de experiencias humanas caracterizadas por la importancia de dinámicas de relación entre grupos humanos que se perciben mutuamente como culturalmente diversos […]”.
Con respecto a la diversidad, consideramos oportuno recordar que la oferta televisiva puede coadyuvar a la integración local, regional o nacional, tal como ocurrió en Brasil mediante las noticias de Globo, un caso latinoamericano emblemático muy bien descrito por Sinclair (2000: 103): […] en Brasil, el Estado ha explotado la televisión para la construcción de una cultura nacional. En el caso brasileño, la televisión tuvo un papel muy importante en la construcción de la nación a través de la imagen de los militares y su visión de la modernización […]. Antes de la llegada del primer servicio de noticias nacional de Globo, Brasil fue siempre un “archipiélago cultural” sin sentimiento nacionalista, según José Marques de Melo […] Así, en Brasil, como en el resto del continente, la televisión jugó un papel fundamental en la unificación de la nación, o como lo formula Martín-Barbero, primero, los medios crearon un pueblo, y luego el pueblo se convirtió en una nación.

En el caso de la zona fronteriza de nuestro interés, la posibilidad de interculturalidad como consecuencia de espacios comunicativos generados a partir del texto televisivo no la entendemos, obviamente, como producto de una acción política deliberada, sino como una consecuencia de múltiples factores: un factor sociocultural y económico, producto de nexos sociales, culturales y comerciales, tal como lo señalamos en los primeros párrafos de este trabajo; un factor geográfico, marcado por la vecindad o proximidad geográfica entre el estado Táchira y el Departamento Norte de Santander; y un factor político-histórico verificado por tesis como el aislamiento regional de los centros de poder venezolanos (Muñoz, 1985), que coincide, grosso modo, con una de las observaciones de Rausch (2003: 254-255): en general, las zonas fronterizas de Colombia tienen en común que se aplazó su integración al resto de la nación y, en consecuencia, fueron otras interacciones las que determinaron la formación de una sociedad y una cultura fronterizas.

Televisión e interculturalidad: de la alteridad a la identidad

Desde la óptica que hemos planteado hasta el momento, hemos aludido a una de las categorías derivadas del estudio de campo mencionado. Hemos denominado esta categoría televisión e interculturalidad: de la alteridad a la identidad. Entendemos por identidad el envés de la alteridad y, por tanto, compartimos la concepción planteada por Rodrigo Alsina (2003) de la identidad como una construcción cultural fruto de la interacción social y producto de la comparación y la diferenciación entre el yo y el nosotros.
Desde sus lecturas por las audiencias de frontera, la información en la televisión multitemática/transnacional genera un valioso espacio de comunicación intercultural que permite el conocimiento, el reconocimiento y la comprensión del nosotros desde las representaciones construidas por los otros. A través de las televidencias (Orozco Gómez, 1996) nos aproximamos entonces al recorrido de la alteridad a la identidad.
En atención a las limitaciones del espacio aquí disponible, de las transcripciones de las entrevistas grupales seleccionamos como muestra dos de los fragmentos que consideramos más ilustrativos: En sí el que más me gusta ver es… [Uno de los canales de televisión regional tachirense]… porque me gusta informarme lo que tiene que ver con el Estado […]. Pero en sí realmente también vemos las noticias de… [un canal de televisión nacional colombiano] porque ese […] también informa todo lo que tiene que ver con la frontera. […] en… [uno de los canales de televisión regional tachirense] usted consigue muchas noticias que tienen que ver con la región, con el estado. El noticiero de Colombia me gusta porque pasan mucho de Cúcuta, mucho de la frontera que… [el mismo canal de televisión regional tachirense mencionado anteriormente] no pasa.
Así, desde los itinerarios de las audiencias, los programas informativos televisivos de aquí están
atravesados por los de allá, situación que plantea una doble lectura que da cuenta, aparte de una peculiar selectividad, de la naturaleza activa de las audiencias en esa zona fronteriza y de la complementariedad entre las ofertas informativas en materia de exposición e interpretación.

La metáfora del caleidoscopio: audiencias y televisión transnacional

En el intento de aproximarnos a la televisión multitemática/transnacional como generadora de espacios de comunicación intercultural desde las mediaciones, pudimos percibir claramente en el análisis de los resultados de nuestros grupos de discusión el cumplimiento de tres de las cinco condiciones que según Ellul (en Rodrigo Alsina, 2003) determinan la existencia de una comunicación intercultural: el reconocimiento recíproco, la aceptación y “la no monopolización de los medios de comunicación”. Las dos primeras se ilustran también en los fragmentos antes incluidos, recortados de los testimonios de las audiencias que entrevistamos. La última requiere de dos observaciones: primero, la existencia de esa condición como producto espontáneo del desarrollo del modelo multitemático de televisión; segundo, la consideración conceptual de la información televisiva como relato, como reflejo y no reproducción de la realidad, lo que convierte a la televisión multitemática/transnacional desde sus lecturas en una suerte de caleidoscopio que, a partir de un prisma formado por espejos o construcciones de la realidad, genera espacios múltiples para la interculturalidad, espacios incluso impredecibles, dinámicos o tan incognoscibles como los sujetos sociales, tiempos y espacios a los cuales ha fascinado y continuará fascinando este invento que está muy próximo a cumplir tres siglos. Y pensamos en la metáfora del caleidoscopio cuando recordamos algunas frases escritas por Izmailov a propósito de la llegada de este invento a Rusia, en 1816, dos años después de su invención: “Ni poesía ni prosa puede describir todo lo que el caleidoscopio nos muestra”, “Y en cuanto la mano muevo, mis ojos ven algo nuevo”.
Así, con la metáfora del caleidoscopio queremos expresar la constatación mediante nuestra investigación de:
(a) Las múltiples mediaciones que intervienen en una lectura activa de la diplomacia de micrófonos entre Venezuela y Colombia.
(b) La integración como variable de la comunicación intercultural, específicamente, la televisión multitemática/transnacional como generadora de espacios para la construcción de la identidad desde la alteridad.
La preeminencia de los factores socioculturales, político-históricos y económicos que intervinieron y dejaron su huella en los procesos de recepción de las audiencias entrevistadas con respecto a la información proveniente de la televisión multitemática/transnacional hicieron ostensibles esas mediaciones múltiples.
Estas casi se tupen a través de la dinámica que se vive en la zona fronteriza colombo-venezolana entre el estado Táchira y el Departamento Norte de Santander, superponiendo la integración cotidiana de larga data a la naturaleza del discurso mediático, que bordea peligrosamente los márgenes de la tolerancia políticomilitar, hasta el punto que las audiencias acceden e interactúan con esa información desde los espacios comunicativos generados en la televisión no solo de/por nosotros, sino también de/por los otros, por nuestros hermanos de allá.
Por último, volvemos a nuestras líneas iniciales y nos preguntamos nuevamente: “¿Hermanos?” Y respondemos ahora: sí, los colombianos y los venezolanos sí somos hermanos desde la integración como variable de la comunicación intercultural producida en/a partir del espacio que plantean la televisión multitemática y las mediaciones que intervienen en las lecturas activas de los textos televisivos informativos binacionales por parte de las audiencias de esa zona fronteriza colombo-venezolana tan compleja como particular.

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